jueves, 7 de mayo de 2009

Galaxias Irregulares, blogs de antecedentes. h.pascal

Blog de Overbass
Sentido común...
En su pinche idioma gutural que tienen ellos, gritan –según esto cantan–, algo así como “los blancos son chingones, los otros son pendejos”, y, abajo, una pequeña multitud de jóvenes no blancos, algunos bastante morenos, o sea “los otros”, gritan alucinados, casi orgásmicos; el vocalista casi podría sacar su verga, blanca y fofa como salchicha de cerdo catalana, y mearlos a todos con desprecio, y ellos seguirían gritando de placer. Y todo por la módica cantidad de 50 dólares.

El sentido común es tan común que a veces carece de sentido, sobre todo para abordar las cosas inusuales, le dije a Sophía. Ella es una férrea defensora del positivismo silvestre: cree que las personas siempre tienen, básicamente, la razón. Si no, no existiría la democracia, razona, como quien encuentra una prueba tautológica más férrea que el acero.

Pero entonces preguntarse porqué las personas quisieron llegar a este punto.
Desde las leyes que supuestamente persiguen al narco y que dejan indefensos a millones de ciudadanos ante una arbitrariedad policiaca o castrense, hasta los anuncios de yogurt y de galletas y bebidas: si en el pesero un estúpido le pone un arrimón a una chava, merece morir quemado; si un burócrata –privado o estatal– niega el trabajo a un joven, merece la tortura; si un tipo desperdicia el agua, la solución es que lo aplaste una enorme botella de jugo; si los decibeles de tu jipjop molestan al vecino, entonces tienes derecho a volar en pedazos su casa.
ETC.
Parece como si el fascismo fuera la solución a los problemas de convivencia, al desperdicio o al acoso, a la falta de oportunidades o simplemente al aburrimiento.
¿Los derechos humanos deben respetarse sólo si son los tuyos?
¿La violencia es buena siempre y cuando tú seas el más fuerte? Claro, con una guardia pretoriana, más eficaz que la de César o Musolini, para respaldarte.
¿A este tipo de sentido común hemos llegado?
Por eso no extraña que, ante la constancia reiterada de un fascismo civil, paramilitar del narco, se proponga como recurso único el fascismo del Estado, encubierto en leyes de espionaje, de poderes insólitos de allanamiento para la policía y el ejército. Por eso la enfermedad de codicia de los bancos cumple una función social: es mejor que el agiotismo sea corporativo a que sea un lucro de prestamista de barrio. Por eso se le puede quitar la casa a la gente simplemente bajo sospecha o denuncia. Enajena y luego averigua, dispara y luego mira.

A mí no me gustan las drogas –excepto el café y el tabaco, y a veces las chelas–, y no tengo casa que me quiten. Ni tarjeta de crédito que me arrebate carne del pecho. No debería estar tan preocupado. Dejar pasar y dejar hacer. Pero como sólo tengo la libertad, y como esta es cada vez menor, más acotada, menos cierta, no sólo me preocupo: estoy francamente encabronado.
En fin....
:(

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